jueves, 31 de octubre de 2013

[Análisis] The Stanley Parable

Esta es la historia de un hombre llamado Stanley.
Stanley trabajaba para una compañía en un gran edificio donde era el empleado 427. El trabajo del Empleado 427 era simple: se sentaba en su escritorio en la habitación 427 y presionaba botones en un teclado. Las órdenes venían a él a través de un monitor en su escritorio, diciéndole que botones presionar, por cuánto tiempo presionarlos, y en qué orden. Esto es lo que el Empleado 427 hacía cada día o cada mes de cada año, y aunque otros lo considerarían insoportable, a Stanley le deleitaba cada momento que las órdenes vinieran, como si hubiera sido creado exactamente para este trabajo.
Y Stanley era feliz.


The Stanley Parable (2013) es un remake -extendido- stand-alone del mod de Half Life 2 con el mismo nombre hecho en 2011. Está desarrollado por Galactic Cafe (Davey Wreden, el creador del mod, y William Pugh) y hace poco tiempo le dieron luz verde en Steam, gracias al apoyo de los usuarios.
Básicamente se trata de una aventura interactiva en la que controlamos a Stanley y tendremos que interactuar, valga la redundancia, con el entorno para seguir avanzando. La acción se va dando mientras una voz en off nos va narrando lo que sucede y lo que hizo Stanley en cada situación.
El juego empieza con Stanley sentado en su escritorio, haciendo las labores diarias, cuando de pronto se da cuenta de que es el único empleado en toda la oficina. Obviamente esto le llama la atención, por lo que decide ir hasta la sala de reuniones para ver si no se le pasó algún recordatorio y es el único gil que fue a trabajar.
En el camino nos encontramos una habitación con dos puertas abiertas. Y este es el punto en el que las cosas se ponen buenas. El narrador nos dice que Stanley entró por la puerta izquierda. Entonces nosotros, que controlamos a Stanley, podemos elegir si hacer caso o no a lo que nos dice la voz.
El juego se va desarrollando según nosotros hagamos o no lo que nos dicen y dependiendo de esas decisiones la historia llega a un desenlace determinado. ¿O no?

Importante: Las próximas lineas son una reflexión un tanto personal del juego y contienen algunos spoilers sobre el desarrollo de la aventura. Después de jugarlo seguramente entenderán que en realidad no es tan importante el spoiler que doy, pero están avisados por si prefieren dejar de leer e ir a jugarlo (cosa que les recomiendo fervientemente). Con jugarlo un rato ya pueden seguir leyendo sin dudar.

The Stanley Parable cuenta con muchos finales, por decirlo de alguna manera. Y está en nosotros recorrerlos todos. Pero más allá de lo que nos propone en cuanto a jugabilidad, lo verdaderamente importante es el concepto y las ideas.
Este no es un juego normal. Es un juego que nos está hablando. Está jugando con nosotros. Y a medida que avanzamos con la historia nos lo empieza a decir. Y entonces la cabeza nos comienza a carburar. Stanley Parable es un juego que habla sobre videojuegos. Pero también habla sobre la libertad, sobre la toma de decisiones y sobre nosotros mismos.
No nos está poniendo un desafío de habilidad delante, sino uno mucho más difícil, de pensamiento.
Después de un rato de estar jugando, comprendemos que nosotros somos Stanley, sentados frente al monitor, presionando las teclas y siguiendo las instrucciones que aparecen en pantalla. Y el juego nos lo dijo desde un principio en el menú principal, donde se ve la PC de Stanley con la misma pantalla que estamos viendo nosotros en la nuestra, formando un bucle.
Cada vez que alcanzamos un final, el juego se reinicia y todo vuelve a empezar en la habitación 427. Y entonces volvemos a la carga, pensando en hacer algo distinto a la vez anterior para llegar a otro final. Y así, una y otra y otra vez. Y poco a poco empezamos a entender -y no sólo a entender, sino que el juego nos empieza a escupir en la cara algunas respuesta-. Esto ya está planificado y es exactamente lo que quiere que hagamos.
Si seguimos las indicaciones que nos dice el locutor al pie de la letra llegamos a una sala denominada “control mental” desde donde se dan las indicaciones a cada empleado. La voz nos dice que apaguemos el sistema, y una vez que lo hacemos se nos abre una puerta hacía el mundo exterior donde podremos ser libres y nadie nos dirá qué hacer, nunca más.
Todo parece muy lindo, pero ¿qué acaba de pasar?
Stanley (o nosotros) se libró del dominio que ejercía el malvado sistema central, que le decía qué hacer en cada momento. Ok, en eso estamos de acuerdo. Pero para hacerlo, siguió las instrucciones que le iba dando el narrador. Es decir, no se liberó de nada. Sigue haciendo lo que otro le dice que haga. ¿Qué clase de liberación es esa?
Y entonces volvemos a empezar, buscando otro final. Y con cada final, nuevas revelaciones se nos aparecen en frente. Y nuevamente nos empezamos a dar cuenta de que en realidad no estamos tomando muchas decisiones como parecía en un principio.
Todo está planeado. Cada decisión que tomamos en realidad tiene un boceto atrás con las consecuencias de dicha elección. Por más que queramos creer lo contrario, cada paso ya está considerado para llevarnos hacía un determinado lugar.
Cada final nos enseña algo. Y nos vuelve a poner en el mismo sitio que antes.
Las dos puertas, que vimos en un principio como el punto en que nosotros empezamos a guiar el destino de Stanley, ahora no son más que un espejismo. Nunca tuvimos el control. Y el juego, a través del narrador, se encarga de dejarlo bien en claro. 
Todo se reinicia una vez más. Y nosotros seguimos adelante, tratando de llegar al fondo de todo esto. Buscamos una respuesta, un final. Y tarde o temprano vamos a tener que aceptar que no lo vamos a encontrar. Stanley Parable es esto. Tiene muchos finales y ninguno a la vez.
Estamos dentro de un experimento. Y el sujeto de prueba no es Stanley, somos nosotros.
Pero le seguimos dando vueltas al asunto, porque queremos comprender. Y entonces nos damos cuenta que hace horas o días o meses que estamos ahí, atrapados en la historia de Stanley. En nuestra historia.
Quizás, el único y verdadero final sea salir del juego. 

La parábola Stanley es una obra brillante, de esas con las que nos topamos muy de vez en cuando. Y por suerte tiene la posibilidad de llegar a mucha gente gracias al Greenlight de Steam.

Como para decir algo "en contra", creo que hay tres puntos principales. Por un lado la corta duración, ya que es un título que dura aproximadamente unas 4 horas. Por otra parte la rejugabilidad, que es prácticamente inexistente una vez que veamos todos los finales. Y por último el precio, de u$s15 en Steam. No es que el juego no los valga, pero teniendo en cuenta los otros dos puntos en contra y la temática y estilo que maneja, no estoy seguro de cuantas personas están dispuestas a pagar ese precio.

¿Y entonces? Si quieren una historia que los haga pensar y reflexionar, deben jugar este juego. Les aseguro que con sus pocas horas de duración les va a dejar muchísimo más que otros títulos que duran el doble o el triple. Y hasta quizás los vuelva locos en el camino.
Ahora, si simplemente buscan acción, muerte y destrucción, probablemente les convenga mantenerse al margen y buscar en otro lado. Es su decisión. ¿O no?

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